jueves, 11 de abril de 2013

El Hombre que asustaba Trainees (3° Parte, Capítulo 2)



Habían pasado ¡2 semanas! y el nuevo trainee aún seguía trabajando en la agencia. Sí, el bohemio, el poeta, el proyecto de snob continuaba realizando sus labores a pesar de que Mariano había desplegado todo su arsenal de cinismo para hacer que renunciara.

Le pasó briefs imposibles, como aquel para una marca de pucheros instantáneos donde pedían "una campaña 360°" pero cuyo presupuesto no permitía pautar en TV, radio ni internet. Luego le solicitó pensar durante toda una noche "ideas festivaleras de bajo presupuesto" que Mariano luego presentó al Director Creativo como suyas, ganándose todos los aplausos, aunque luego tuvo que comerse el garrón de que "no había plata para inscribirlas ni en festival de la Doma en Jesús María".

En su último intento, Mariano había invitado al trainee a participar de un workshop en las oficinas de uno de sus clientes más importantes, una empresa multinacional que fabricaba cianuro para caballos. Mariano le advirtió que debía ser puntual y llegar a la sede de la empresa, situada en Pergamino, a las 8 de la mañana.

- Es gente de campo ¿sabés? Se levantan muy temprano. - espetó, serio.
- Dale, no hay problema. ¿A dónde llamo para pedir el taxi? - preguntó, inocente, el trainee.
- ¿Estás loco? No hay guita para pagar taxis. Entra en comoviajo.com y fijate qué combinación de bondis te deja mejor. - respondió Mariano, casi enojado.
- Aaaah, ok. ¿Y después a quién le paso los tickets de viaje? - retrucó el pendex.
- A quien quieras: tu mamá, tu papá, tu hermana, tu novia. Menos a la empresa, pedile el reintegro a quien más quieras. - cinismo puro en Mariano.

El trainee comprendió rápidamente la situación, agachó la cabeza y se alejó a su escritorio, que por aquel entonces consistía en la tapa cerrada del inodoro del baño para discapacitados.

Al día siguiente, Mariano arribó a la cita a las 11 hs., horario original del encuentro. Al bajarse del taxi (pagado por la agencia) se encontró al trainee sentado en las escaleras del edificio, con la cabeza gacha y un anotadorcito en la mano. Mariano, sonriendo interiormente, se acercó a él, haciéndose el comprensivo.

- Uuuh, disculpá que no te pude avisar, pero el workshop se pasó para las 11. Es que se me venció el crédito en el celu. Estos hijos de puta de las telefónicas son lo peor ¿cómo puede ser que "venza" la guita que le cargaste al teléfono? ¡Es plata, no leche descremada! - Mariano se creía Alfredo Alcón.
- Sí, yo por eso tengo abono... igual es una mierda. - replicó el trainee, aún cabizbajo.
- Che ¿hace mucho que estás? - Mariano se hacía el preocupado, porque sabía que lo tuvo al pibe esperando durante 3 horas, pero eso no le importaba, obviamente.
- Y... desde las 8... como me dijiste. - el nene intentaba ser irónico, pero no le salía. Al menos no tan bien como a nuestro héroe (?).
- Bueno, son cosas que pasan. Y decime che, ¿estuviste esperando acá todo el tiempo? - Mariano seguía metiendo el dedo en la llaga.
- Claro, esperando a que llegaras. - el trainee se notaba molesto, como era de esperar.
- ¿Y qué es eso que tenés escrito en el anotador? ¿Ideas para el brief que te pasé ayer? Mirá que esa marca de tests de embarazo para gatos promete mucho. - Mariano quería mostrarse motivador.
- No es nada. Sólo unos versos que se me ocurrieron mientras estaba sentado acá y veía pasar a la gente del pueblo. - el trainee sonaba humilde.
- A ver, dejame leerlo.

Repentinamente, y sin dejarle ninguna opción al pobre púber, Mariano le arrebató el anotador y comenzó a leer los versos en voz alta:

"Ahí va la gente con sus esperanzas,
con sus miedos, con sus alabanzas.
Ahí va la gente con sus almas cansadas,
con sus fideos, con sus ensaladas.
Van al mercado, al kiosco, a la comisaría;
van solos, abandonados, sin compañía.
Pasan como las olas de un mar abierto,
buscando un anclaje, buscando un puerto.

Y el pelotudo de Mariano que no llega."

Durante unos segundos, un silencio incómodo reinó en el lugar.

- ¡Wooow! Esto es muy grosso, man. - a Mariano le dolía la última frase, pero debía seguir con su plan.
- No, son boludeces, nada más. - el trainee no podía apartarse de la vergüenza que sentía.
- No entendés. Esto es muy bueno. Vos tenés que dedicarte a esto, no a la publicidad. Esta es tu vocación. - el plan empezaba.
- Mucha gente me lo dijo, pero pasa que no ganás mucha plata haciendo poesía. - espetó el trainee.
- ¿Y vos te creés que laburando en publicidad vas a ganar guita? ¿O que vas a hacer "arte"? ¿Sabés la cantidad de gente que conozco que sigue en esta profesión porque creen que hacen "arte" y que algún día van a ver unos buenos mangos gracias a sus "obras"? Bueno, te digo una cosa: en publicidad, muy pocos hacen "arte". Y muchísimos menos ganan buena guita. - ese rapto de sinceridad sorprendió hasta al mismo Mariano.
- Puede que tengas razón... no sé, a veces pienso si en realidad la publicidad es lo mío... si voy a ser feliz laburando en esto. Entonces pienso en vos y me doy cuenta de que es muy difícil ser feliz en esta profesión. - otro rapto de sinceridad aparecía en la conversación.
- Y sí, macho. Tenés que ser muy fuerte de acá. - Mariano se señaló su cabeza. - De acá. - ahora señalaba su corazón. - Y especialmente de acá. - dijo, mientras se agarraba bien fuerte los testículos. 
- Tal vez pueda probar suerte con mis textos e ir a las editoriales, para ver si les gustaría publicarlos. - el trainee ya se estaba convenciendo a sí mismo.
- Totalmente. Es más, tenés que hacerlo ahora. - lo motivó. 
- Bueno, cuando termine el workshop. - el trainee intentaba calmarlo.
- ¿Qué workshop ni workshop? Esto es solamente para poner la carita sonriente frente a todas las pelotudeces que dice el cliente sobre su marca, creyendo que es Apple, Nike o Red Bull. Estos tipos se creen que su empresita realmente puede cambiarle la vida a la gente, cuando a nadie le importa lo que la marca tenga para decir, sólo le importa el precio, que el packaging sea lindo y que no le aparezcan avisitos de mierda antes de los videos de Youtube. - Mariano estaba encendido, como nunca.
- ¿Sabés qué? Tenés razón. Ya mismo largo todo y me pongo a escribir poesía. ¡Qué viva el arte carajo! - gritó el niño.
- ¡Qué viva! - repitió el niño-adulto, mientras una lágrima salía de su cuenca ocular.
- ¿Estás llorando Marian? - preguntó el trainee.
- No, es una basurita. - retrucó rápidamente.
- Una última cosa Marian ¿con quién hablo por el tema de la liquidación? Fueron casi dos meses en la agencia. - preguntó el trainee, ingenuo.
- ¡Qué liquidación ni liquidación! ¡No pierdas más tiempo nene! ¡Salí ya corriendo a buscar tu futuro! ¡La guita no es importante, lo importante es cumplir tus sueños! - Mariano seguía extrañamente eufórico.
- Pero... son casi 3 lucas... - dijo el trainee, acongojado.
- Tomatelas de acá, ahora. - le gritó Mariano.
- Bueno, está bien. - respondió el pollito mojado. Y empezó a caminar hacia la parada de la costera, que quedaba a 2 kilómetros del lugar.
- Esperá. Vení un segundo. - lo llamó Mariano antes de que se alejara más.

El trainee regresó, con una mezcla de miedo, rabia y esperanza en su cara. Tal vez Mariano se había arrepentido.

- Tomá, una monedas para el bondi. - dijo Mariano, mientras le depositaba 3 monedas de 25 centavos, un botón, 2 chapitas de gaseosa y 4 centavos de Euro que le sobraron de su último viaje a Europa. Otra lágrima empezaba a brotar de su ojo.
- Gracias... - respondió el pobre trainee, acentuando su desilusión. - ¿Estás bien? Estás llorando...
- No es nada pibe, es una basurita. Rompela nene... y acordate de mí cuando triunfes. - le dijo Mariano, mientras lo abofeteaba suavemente. - Dale, tomatelas, antes de que me ponga a llorar en serio.

El trainee dio media vuelta y emprendió su camino. Mariano lo miró durante unos segundos, con una sonrisa en su cara y otra lágrima rebelde que empezaba a desprenderse de su ojo izquierdo, ganando espacio en su mejilla. Mariano respiró profundamente, encaró hacia la puerta del edificio y se secó la lágrima del ojo, mientras decía para sí:

- Uf, ya estoy harto de estas "basuritas".

Mariano sabía muy bien a lo que se refería.

Continuará.

miércoles, 3 de abril de 2013

La imprevisibilidad mata



Si me preguntan hoy cuál es el principal problema del país, diría que seguramente no es ni la inflación, ni la inseguridad, ni el cepo cambiario, ni la corrupción, ni la ausencia del estado.

El principal problema de Argentina en los últimos años es la IMPREVISIBILIDAD.

Y no estoy hablando del hecho de no saber qué pasará de acá a 2/3/5/10 años. Me refiero a no saber con qué te vas a encontrar apenas te despiertes.

No sabés si tu casa va a estar inundada o si va a haber un chorro apuntándote con un revolver para robarte lo poco o mucho que tengas; no sabés si hay medios de transporte para llegar a tu laburo/escuela/hospital, o si hay clases para que tus hijos puedan ser instruidos. Es difícil discernir si ese día te van a prohibir ahorrar en la moneda/especie que quieras, si vas a poder realizar ese viaje que desde hace tanto tenés planeado y por el que tanto te sacrificaste o si te va a alcanzar lo que te queda en la billetera para comprarte un cartón de leche/vino/jugo.

La imprevisibilidad nos obliga a pensar rápido, a usar más el instinto que la razón, a prejuzgar, a creer cualquier mentira que nos digan los políticos/medios/redes sociales. La imprevisibilidad reduce nuestro bien más preciado dentro de una sociedad: la crítica, entendida como análisis exhaustivo e integral de la realidad.

La crítica es la herramienta que nos convierte en ciudadanos políticos responsables, en dueños y decisores de nuestros destinos, tanto a corto como largo plazo. Saber qué es lo que pasa, qué es lo que nos pasa respecto a eso y qué es lo que puede llegar a pasar nos permite tomar las decisiones que creamos más convenientes.

Muchas veces nos equivocaremos, pero al menos tendremos la convicción de que hicimos lo que creíamos mejor. En un país donde reina la imprevisibilidad, esto resulta imposible.

A veces me pregunto si esta falta de visión hacia el futuro cercano y lejano no es una estrategia de la clase política. Tal vez el cambio constante de reglas de juego, la ausencia del estado ante tragedias evitables, las decisiones improvisadas son parte de un plan que ayuda a los políticos a mantenerse en el poder mientras la gente, llena de bronca, angustia y tristeza; se ahoga en su mar de emociones junto con esa razón crítica que nos permitiría a todos salir a flote y darnos cuenta de que no sólo la inflación corroe nuestros ingresos, de que la corrupción alimenta a la pobreza (vaya paradoja), de que la politiquería barata oculta los problemas, de que la inseguridad nos tiene presos o de que el cepo no nos deja salir a conocer el mundo.

Espero que mañana, al despertarnos, sepamos con seguridad al menos una cosa: la imprevisibilidad mata.