viernes, 18 de enero de 2013

El Hombre que asustaba Trainees (1° Parte)



Mariano trabajaba en una agencia de publicidad como "Creativo", o al menos eso decía su recibo de sueldo, ya que la creatividad no es una posición laboral si no más bien un atributo o talento personal.
Específicamente, su posición era la de "Redactor Senior". A pesar de que el término "senior" en la mayoría de los casos se aplica a las personas pertenecientes a la tercera edad, Mariano sólo tenía 28 años. Aunque, después de 5 años en la misma agencia, ya se sentía como de 80.
Como podrán imaginar, después de tantos años siguiendo la misma rutina laboral (llegar tarde, sentarse, procastinar, recibir un brief, procastinar, pensar, procastinar, presentar ideas, procastinar, volver a pensar, procastinar, volver a presentar, procastinar, hacer lo que cliente quiere, procastinar, irse a casa tarde y procastinar), Mariano ya no encontraba motivos reales ni profesionales para permanecer en la agencia... ni en el mundo de la publicidad.
Estaba decidido a renunciar y cumplir su sueño conurbánico de poner un parripollo en Del Viso y, tal vez, luego ampliarlo a una cadena de restaurantes antihigiénicos pero muy baratos.
Así que ese 29 de febrero iba a ser un día especial para él, no sólo porque después de 4 años iba a comer ñoquis al menos una vez cada mes, sino porque además iba a renunciar y abandonar el microcosmos publicitario de una vez por todas.
Allí se dirigía, rumbo a la oficina de su jefe, decidido a comunicarle que no sólo iba a renunciar a su puesto sino también a todo lo que la publicidad tenga para ofrecerle (lo cual, como todos sabemos, es realmente muy poco). Sólo 20 pasos de una persona normal lo separaban de su objetivo, aunque en este caso para él eran un par de pasos más debido a su baja estatura. Este dato, que para muchos puede parecer accesorio, resultó vital para que la vida laboral de Mariano cambiara para siempre, ya que de haber dado menos pasos para llegar a la oficina de su jefe nunca se hubiera chocado con Dalia, la nueva trainee creativa, que dio la casualidad que justo ese día (tan especial como todos los 29 de febrero) comenzaba a trabajar en la agencia.
El golpe fue seco, inesperado y casi dramático. La cabeza de Mariano dio torpemente contra el hombro de Dalia (quien, como se habrán dado cuenta, era más alta), desequilibrando su andar y haciendo que la taza con café que estaba llevando hacia la oficina de su ahora mutuo jefe se estrellara estrepitosamente contra el piso, causando un derrame de líquido no sólo en el suelo sino también en la cara de la nueva interna.
Ambos se agacharon al mismo tiempo para juntar la taza ya rota. En el camino hacia ella cruzaron miradas, pero en vez de surgir el clásico cliché de las películas románticas, ocurrió algo totalmente distinto: al ver esas lágrimas corriendo por las mejillas de Dalia, Mariano recordó sus primeros días como trainee, donde la inocencia y la ilusión ocultaban la cruel y absurda realidad de este supuesto "País de las Maravillas" que es la publicidad.
Rememoró ese 29 de Febrero (sí, otra vez) de hace 8 años cuando hizo su entrada (poco) triunfal en las oficinas de OtrantoGutiérrezTalamonti (OGT, para abreviar) para trabajar como trainee en el departamento creativo de la agencia, hasta entonces compuesto por una persona: Gustavo Otranto, quien era a la vez CEO, ProTesorero y Organizador de Asados de la empresa.
Como bien dice la siguiente frase, conseguir trabajo como trainee de OGT, fue ídem. Resulta que él se encontraba estudiando Redacción Publicitaria en el Orlando Ad Kindergarten, hasta que un día uno de sus profesores, que trabajaba como redactor semi junior en una agencia de renombre (tenía como 7 en su denominación), le anunció a Mariano y a sus compañeros que había surgido una vacante en una de sus ex-agencias (la número 12, creo) y que él tenía la posibilidad de colocar a uno de sus "padawanes" (sí, así llamaba a su alumnado) en esa posición. El único requisito: laburar todo el fin de semana en un brief de pañales para caballos que él había recibido en su agencia, y en el que por supuesto no tenía ganas ni intención de trabajar.
Mariano vio la oportunidad y dedicó todo ese fin de semana donde tenía pensado clavarse las temporadas completas de Doctora Quinn a trabajar en ese dificultoso brief. El lunes le presentó sus ideas al profesor, quien si bien no las aplaudió de pie, terminó por darle el trabajo a Mariano, ya que el resto de sus compañeros aprovecharon el fin de semana para divertirse, salir, ir a bailar y emborracharse en vez de trabajar. Claramente aún no estaban preparados para empezar a hacer sus primeras armas en el negocio. Bien por ellos.
Sus primeros días estuvieron llenos de perplejidad y asombro, descubriendo cómo todo eso que aprendió en el Ad Kindergarten servía absolutamente para nada. Sin embargo, los años (y las agencias) fueron pasando y Mariano terminó por acostumbrarse a este constante devenir de nimiedades emperifolladas que es la comunicación publicitaria.
Así que ahí estaba ahora, frente a la puerta de su jefe, en su novena agencia en ocho años de carrera, agachado y mirando a la nueva trainee lagrimear frente al infortunio ocurrido. Mariano quiso consolarla, pero lo que salió de su boca fue lo siguiente:

- Uy, ahora te vas a comer una cagada a pedos de aquellas.
- ¿En serio? ¡Pero si es mi primer día! - respondió ella casi al borde del suicidio psicológico.
- ¿Y eso que tiene que ver? A José no le importan esas cosas, los sentimientos. Por algo llegó a jefe. - replicó Mariano, de manera dura pero honesta.
- ¿Tan malo es? En la entrevista me pareció muy amable. - dijo Dalia, escéptica.
- Claro, eso es porque te quiere coger. Obvio. - Mariano no tenía filtro.
- ¡¿Quéeee?! - Dalia no lo podía creer.
- Te entiendo, vos sos nueva y todavía no sabés cómo se maneja todo este mundo. Si querés llegar a algún lado trabajando en publicidad, a alguno te vas a tener que voltear. Pensalo, después de todo José no es tan feo. 
- ¿Estás loco? ¡Yo tengo dignidad! - dijo Dalia.
- Entonces este trabajo no es para vos, claramente. - replicó Mariano, con un cierto grado de felicidad interior.
- Parece que no... creo que me equivoqué en aceptar este trabajo. Además no estudié 5 años en la universidad para venir a servirle café a un pervertido.
- Bueno, técnicamente ni siquiera llegaste a servírselo.

La mirada de odio de Dalia lo dijo todo, fue una mezcla de bronca, impotencia e incredulidad. Pensó en pegarle un buen rodillazo en los huevos a Mariano, pero rápidamente se dio cuenta de que eso era físicamente imposible debido a la baja estatura de su "contrincante". Por eso decidió evitar involucrarse en otra situación vergonzosa y, sin decir más palabras, dio la vuelta y se fue. Para siempre.
Mariano se quedó sólo, frente a la puerta de su jefe, con lo que quedaba de la taza de café en la mano. Su mente seguía dando vueltas pensando en todo lo que acababa de ocurrir. De repente, la puerta se abrió y José apareció en escena.

- ¡Qué hacés Marian! ¿todo bien? ¿querías decirme algo? - dijo, canchero.

Mariano lo miró y, aún con la cabeza girando a mil por hora, respondió:

- Eeeeh... sí. Quería saber si necesitabas que te recomiende algún trainee, porque la que contrataste acaba de renunciar.
- Qué cagada, me la quería coger. - respondió José, insatisfecho.

Mariano sonrío. Su vida profesional acababa de cobrar sentido.

Continuará.

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