miércoles, 3 de agosto de 2011

Dios no existe, lógicamente.

Leyendo online Página/12 (porque en el mundo no sólo existen Clarín y La Nación), me encontré con una interesante columna de Adrián Paenza.

La misma trataba sobre Bertrand Russell, uno de los grandes pensadores y matemáticos del siglo XX, quien sin embargo ganó un Premio Nobel de Literatura en 1950.

Uno de los capítulos más interesantes de su vida tiene que ver con su célebre paradoja de los conjuntos que no se contienen a sí mismos como elementos.

Para ilustrar esta teoría, brindó varios ejemplos. Sin embargo, el más impactante es el que sigue:

Dios no existe

Seguramente, de todas las maneras de presentar la paradoja de Bertrand Russell, ésta es la más llamativa. Se pretende probar que Dios no existe, nada menos.

Pongámonos primero de acuerdo con lo que quiere decir Dios. Por definición, la existencia de Dios está igualada con la existencia de un ser todopoderoso. En la medida en que nosotros podamos probar que nada ni nadie puede ser omnipotente, entonces, nadie podrá adjudicarse el “ser Dios”.

Vamos a probar esto “por el absurdo”; o sea, vamos a suponer que el resultado es cierto y eso nos va a llevar a una contradicción.

Supongamos que Dios exista. Entonces, como hemos dicho, en tanto que Dios, debe ser todopoderoso. Lo que vamos a hacer es probar que no puede haber nadie todopoderoso. O lo que es lo mismo: no puede haber nadie que tenga todos los poderes.

Y hacemos así: si existiera alguien que tuviera todos los poderes, debería tener el poder de hacer piedras muy grandes. No le puede faltar este poder, porque, si no, ya demostraría que no es todopoderoso. Entonces, concluimos que tiene que tener el poder de hacer piedras muy grandes.

No sólo tiene que tener el poder de hacer piedras muy grandes, sino que tiene que ser capaz de hacer piedras que él no pueda mover....

No le puede faltar este poder (ni ningún otro, si vamos al caso). Luego, tiene que ser capaz de hacer piedras y que esas piedras sean muy grandes. Tan grandes que, eventualmente, él no las pueda mover.

Y ésta es la contradicción, porque si hay piedras que él no puede mover, eso significa que le falta un poder. Y si tales piedras no las puede hacer, eso significa que le falta ese poder.

En definitiva, cualquiera que pretenda ser todopoderoso adolecerá de un problema: o bien le falta el poder de hacer piedras tan grandes que él no pueda mover o bien existen piedras que él no puede mover.

De una u otra forma, no puede haber nadie todopoderoso (y eso era lo que queríamos probar).


Volviendo al plano más "teórico", se dice que esta paradoja forma parte de lo que se conoce con el nombre de la Teoría de Conjuntos.

La pregunta fundamental de esta teoría sería "¿puede un conjunto –que tiene como elementos a los conjuntos que no se contienen a sí mismos– ser un elemento de sí mismo?"

Así dicho, suena a un trabalenguas intelectual, pero es lo que se conoce con el nombre de Paradoja de Bertrand Russell.

Los científicos dedicados a la investigación en lógica se pusieron de acuerdo en establecer que cualquier conjunto que se tuviera a sí mismo como elemento no es un conjunto y de esa forma resolvieron (en apariencia) la discusión.

Sin embargo, como todas aquellas discusiones que incluyen de cierto modo a la "religión", la verdadera respuesta queda en las creencias (o no) de cada uno.

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